A veces es más
sencillo de lo que imaginamos, pues consiste en tratar de buscar el equilibrio, entre la sana diversión, bailar,
platicar, reír,… en fin.
Según las
circunstancias del ambiente, se te pueden despertar tus instintos sexuales, lo
que no significa que le tengas que dar
rienda suelta, y menos si no hay amor y matrimonio próximo; es decir, si no
existe un compromiso de por medio; no lo hagas, no te hagas daño, ni a los
demás, contrólate, retírate y no ha pasado nada, y habrás ganado méritos muy
valiosos.
Tal vez no se entere nadie de tus luchas y tus victorias, pero vas a
ser la primera persona en saborear sus frutos, sobretodo la paz y libertad, de
ser dueño de ti mismo.

Ante la dolorosa realidad
que se presenta con la legalización del aborto,
no faltan voces ignorantes e inmaduras, que culpen a la Iglesia
católica, por no dejar opción, ya que prohíbe el uso de los anticonceptivos y
al mismo tiempo estar en contra del aborto.
Bien, la Iglesia no pone a nadie entre la espada y la pared,
simplemente invita a que valoremos nuestro ser, respetando nuestra dignidad de
hijos de Dios.
Porque tienen tal
valor las relaciones sexuales, que dan y crean vida, que es injusto convertirlo
en un juego de placer, en la que sólo quede satisfecha y por un momento la parte de la genitalidad.
La Iglesia invita a ir
más allá, navegando hasta las profundidades más placenteras de una relación
sexual, atravez del amor.
En la que no existan consecuencias negativas que nos
angustien, sino que, al contrario, sus resultados sean frutos, amados, deseados
y listos para amar.
Quien no ha experimentado esta realidad, no sabe
del amor, de la vida.
Pero, nunca es tarde para empezar.
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