Invierno.
El invierno
es algo especial, es un tiempo de esperanza.
Es tiempo de
esperar con optimismo, gozo y alegría algo desconocido, pero que lo puedes
percibir con tus sentidos interiores.
Es tiempo
para dar y recibir alegría, paciencia, servicio, generosidad.

El invierno
viene marcado de colores majestuosos, profundos y muy significativos.
Es
importante señalar que lo que da unidad al inicio de la temporada invernal es
nuestra Fe, que nos recuerda en estas fechas el nacimiento del Salvador.
Cuando
manejamos mal nuestros recuerdos, esta temporada puede pintarse de un solo
color, el negro. Que marca nuestra falta de sentido y desesperación, ante una
realidad que viven los demás y que no lo entiende nuestra razón.
Es cuestión
de buscar con ahínco e ilusión, en y desde el corazón; la esencia de vivir la
vida en Dios, y con amor.
El invierno
marca la densidad de nuestra paz y serenidad, haciéndonos capaces de contribuir
en la fraternidad, con calidez y generosidad.
Esos
momentos fríos que nos llevan a tomar el té y a compartir el pan, son
importantes para fortalecer lazos de amistad.
El frio
viento en la cara refresca la mirada, haciéndola más transparente, y con los
demás, más entregada.
Esas noches
tan cobijadas y en descanso realizadas, nos despiertan con oportunidades ya
dadas, para amar y sentirnos amadas(os).
Esto
facilita la tranquilidad interior, para el encuentro de amado con amada.
El invierno
es frío por fuera, pero cálido por dentro, pues está forrado de amor cual
brillante esfera.
La rutina
puede hacer del invierno frio exterior, otro más frio interior, ese es el de la
rutina, que lo hace todo sin sabor. Pero contamos con la calefacción para el
interior, no tan automática, sino que es fruto de prender la leña del fuego
abrazador, llamado Amor.
Después del
frio invierno, siempre seguirá la primavera, llena de flores y esperanzas, colorida y clara,
para continuar con confianza en nuestro caminar.
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