“Reconozcamos
nuestra sed”.
Evangelio de San Juan 7,37 y 38. “Si alguno tiene sed venga a mí y beba,
el que crea en mí, como ha dicho la escritura: de lo íntimo de su ser manaran
ríos de agua viva”.
Bien, para que estas palabras de Cristo se puedan hacer realidad, primero
tenemos que reconocer que tenemos sed, de lo contrario, ni vamos a ir a él,
porque nuestra falsa seguridad y orgullo nos indican que no lo necesitamos; por
lo tanto ni siquiera vamos a beber de él, más bien puede que lo miremos con
respeto, pero desde lejos. Él con los suyos, y nosotros con los nuestros,
nuestras pasiones desordenadas, nuestros vicios bajos, nuestros complejos
desordenados.
Sintiéndonos superiores, dioses intocables, inalcanzables,
envidiando al prójimo, pasando por encima de los más necesitados y cuando se
ofreciere pisando su dignidad; sin darnos cuenta revolcándonos en nuestro lodo,
pero creyendo que somos muy enaltecidos, muy aclamados(as) dueños de todo y
nada necesitamos.
Está es una postura de soberbia y
vanagloria, da pena decirlo, pero es una realidad. El que más lejos está
de Dios no es el pecador, sino el soberbio.
Por lo tanto es
un ejercicio de humildad el que nos lleva a beber de
Jesús.
"Humildad es andar en verdad" dice Santa Teresa de Ávila.
Nuestra verdad es reconocer que no
somos dioses, sino creaturas, por lo tanto no somos omnipotentes, sino
impotentes ante muchas circunstancias.
Reconozcamos que a veces nos sentimos vacíos porque tenemos sed. Sed de
compasión, de consuelo, de comprensión, de atención de cariño, de afecto, de
paciencia, compañía, amistad; de cercanía, de caridad, de servicio, de fe, de
ser buenos, de ser admirados, de ser
amados, escuchados, aplaudidos, de querer ayudar y no sabemos cómo.
Tenemos sed de
querer creer, de querer amar, esperar, aguardar confiar, esperar, encontrar,
tenemos sed de construir, cimentar, etc. etc.
Si yo reconozco esto en mi vida, entonces busco saciarla con Aquel que
me ofrece y me garantiza de manera gratuita saciarme, y no sólo me ofrece
saciarme, sino que es tan grande su amor, que nos ofrece instalar esa fuente
que es él mismo, en nuestro ser, de manera que podamos saciar toda la sed que
más adelante pueda venirnos, con los ríos de agua viva que estarán manando
dentro de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario