Virtudes cardinales.
La prudencia: valorar
los conocimientos con base en criterios rectos y verdaderos; valorar las
consecuencias favorables o desfavorables del acto y actuar según lo decidido.
Discernir cuando es prudente opinar o callar.
La justicia: es
dar a cada quien y a cada cosa lo que le corresponda.
La fortaleza: nos
inclina a enfrentarse al peligro y al trabajo sin vacilar, nos libra de la
esclavitud del miedo. Es lograr en situaciones ambientales perjudiciales una
mejora personal, resistir las influencias nocivas, soportar las molestias y
entregarse con valentía en caso de poder influir positivamente, para vencer las
dificultades y para acometer empresas grandes.
La templanza: es
moderar los instintos, impulsos y el uso excesivo de los sentidos. Sujetándolos
a la recta razón y evitando así enajenarse o caer en un vicio o error
irreparable.
(La descripción de estas virtudes la tomé de un taller con
el psicólogo Rodolfo).
De algunas de estas virtudes se derivan otros valores.
Mujeres, estos son los materiales de los que debemos construir nuestro hogar, nuestra vida. Con
estos conceptos hechos vida, podríamos decir que estamos lo suficientemente
armadas para darle fin a esta etapa de la historia de la humanidad, tan llena
de suicidios, y falta de sentido, etc. Dando nosotras un giro, con un comenzar
diferente, más sano, más humano, más sincero y más real.
Es así como se empieza a caminar, desde la comprensión de lo
mejor de nuestra femineidad, hasta lo más profundo de nuestra misión
poniendo los medios que nos permitan abrirnos a la felicidad.