-En el hogar.
Hemos de aprender haciendo una escala de valores, que nos
permitan ser cada vez mejores personas,
que para hacer correctamente primero está el SER.
Es una pena muy grande la falta de educación y
disciplina que se deja ver en
ocasiones , en los diferentes niveles sociales.
Tenemos el caso de algunas madres que no saben disfrutar lo
que tienen, y sólo esperan tener un poquito más para humillar a los demás, qué
pronto olvidaron su pasado. En lugar de enseñar a sus hijos que independientemente de lo que tengan
o dejen de tener, han de ser educados y agradecidos con todos.
Otro caso muy sonado es el de las madres autoritarias y
manipuladoras, que quieren dominar todo, y con ellas no es posible un dialogo,
todo lo realizan o controlan con el enojo. Y esto propicia que al no existir un
diálogo con los hijos, estos se cierran y buscan fuera lo que en su casa les
niegan, y muchas veces con las personas
equivocadas.
Por qué hacer del hogar un lugar hostil, frío y muy
enchiloso, cuando lo que deberíamos lograr es un hogar armonioso donde los
conflictos se resuelvan con amor, inteligencia, y serenidad; un hogar cálido
donde se respire hermandad, perdón, alegría, y de todo esto, quien tiene mucho
para poner porque tiene la capacidad, es la mujer.
Pero siempre andamos justificándonos y echándole la culpa a los demás, y olvidamos
que la madurez empieza cuando se asumen las responsabilidades y se hacen a un
lado los culpables.
No nos asustemos a la hora de cosechar, que lo que sembramos
cosecharemos, si estás cosechando agresividad,
¿qué puede existir detrás, o qué hubo?
Si deseo formar una familia culta, tengo que serlo yo
primero, o disciplinada u ordenada, y
cuando lo logre, mi testimonio hablará por mí, junto con algunas palabras, pero
sin exigir.
Tampoco se trata de ir al otro extremo, como es el caso de
algunas madres demasiado permisivas, que no miden con sabiduría, daños y
consecuencias posteriores.