La caridad empieza en casa.
Muchas veces solemos ser un poco dramáticos, en el sentido en que
tendemos a preocuparnos por los niños que mueren a diario en los lejanos
países. Es de humanos sentir el dolor ajeno. También nos preocupamos por los
niños que viven en las calles, enfermos, abandonados, etc. Está claro que es
una punzadita de caridad la que nos lo recuerda. Pero, por qué ir tan lejos,
con nuestros pensamientos, si en casa tenemos niños como esos, o es que no nos
hemos dado cuenta de nuestros niños con hambre de amor, sed de atención,
abandonados y cambiados por la
televisión.
La mejor opción es que empecemos
con la caridad, desde nuestro hogar.
Es así como contribuiremos a que nuestros niños el día de mañana sean
capaces de mirar y luchar por los que están en la calle, pero si empezamos
nosotros descuidando a los nuestros, sólo sería tapar un hoyo, para abrir otro
y bajo nuestra responsabilidad.
Otras veces
descuidamos a nuestros niños, utilizando el pretexto narcisista: -“me tengo que
dedicar tiempo, hoy estoy muy joven, y mañana no lo estaré” u otra como
esta:-“este hoy es un niño pero mañana crecerá y se irá, y yo me quedaré
anciana.” Si se va o no se va, eso no te toca decidirlo a ti, lo único que nos
debe importar y por lo que debemos de preocuparnos, es por cumplir con nuestra
responsabilidad, de amarlos en vez de estar buscando excusas para
justificarnos.