domingo, 27 de abril de 2014

UN AL MA PIDE AUXILIO: "POR LOS NIÑOS"



Presencia de Dios en ellos.

He visto familias numerosas, y me lleno de alegría al observarlas, sobre todo cuando la mayoría de sus hijos son pequeñitos. Crece tanto mi alegría, que siento deseos de postrarme y bendecir al Señor nuestro Dios, también decirle a la madre de estos  niños: -“Dichosa tú, porque el Señor, no se aleja de ti, permanece contigo, por medio de cada uno de estos pequeñuelos.” Por eso admiro a estas personas, disfruto mucho cuando convivo con ellas y sus niños.
Pues, es muy grato y halagador sentir esa presencia viva de Dios, tan lleno de bondad y misericordia. Donde están los niños, ahí se siente más fuerte su amistad y su divinidad. A través de ellos, Dios nos comparte su lealtad, fidelidad, y la alegría que estos niños le suelen dar.

¡Ah!, los niños, si supiéramos cuanto amor de Dios los acompaña, nunca los rechazaríamos.
Existen niños que dejan oír la voz de su clamor que nos dice: -“¿por qué mi madre no me quiere?-“yo no tengo la culpa de haber sido producto de una aventura suya, pero el Señor me ha enviado lleno de luz y de salud y muchos dones más, sin embargo ella me rechaza, y junto con ella mis vecinos, la sociedad, y a veces hasta los mismos niños, por comentarios escuchados de sus padres. Todos me juzgan por un error de mi madre, sin tener en cuenta que estoy vivo, me muevo, puedo sentir. Desde la más tierna de las miradas, hasta la más cruel. Tengo sentimientos, necesito el apoyo de todos esos que ahora me rechazan, para que yo pueda lograr en un futuro, ser un joven digno, honrado y trabajador, para el beneficio de la sociedad.
Y, al parecer los adultos no quieren darme esa oportunidad, y tampoco se la dan ellos mismos, para conocerme; sí, conocer mi corazón tan lleno de ternura, amor y muchísimas cosas que le puedo transmitir. Sólo necesitan acercarse a mí, y con una sencilla caricia y una mirada de amor, lo cambiaría todo, comprenderían todo lo que siempre he traído escondido para ustedes.

domingo, 20 de abril de 2014





“¡Resucito!”.


¡Resucito!
Aquel que viste ayer
Clavar en un madero,
Aquel que viste morir
Y entregar el espíritu al cielo.

¡Resucito!
Mira a la cruz,
Ya no está, pues
Lo tienes junto a ti,
Viviendo en los demás

Ya no derrames
Ni una lágrima más,
Al contrario, llénate
De gozo y paz,
Abre tu ser, y él te vendrá
A visitar.

Porque está vivo,
 En ti lo puedes contemplar.
Solo que no tiene un cuerpo
Terrenal, sino, viste vestiduras
Del trono Celestial.

Tú lo puedes ver,
Tú lo puedes sentir
Si amas a tu hermano
Y te dejas amar con paz
Y humildad, entonces gozarás
Con María, la presencia de  Aquel
Que acaba de resucitar.

Pues Él es el principio y final
Dueño de la vida, por toda
La eternidad.

sábado, 12 de abril de 2014

"NAVEGANDO POR EL SENTIDO DE LA VIDA VII"



       Antes y ahora.


La realidad  es que hoy existe una gran diferencia con los principios y mediados del siglo pasado.

La diferencia está en que en el siglo pasado, la gente no tenía mucho conocimiento intelectual acerca de muchas cosas de nuestra religión, sin embargo vivía con el “Jesús” en la boca.

Si le preguntabas cuántos hijos quieren tener, te decía: -los que Dios quiera.
Y así, en muchas cosas su esperanza estaba en Dios.
Los rostros de antes no son los mismos de ahora.
Antes la gente pobre y que vivía en la miseria tenía un rostro sereno, hoy, la gente de clase media alta tiene un rostro de amargura, que esconden o tratan de esconder rostros estresados, angustiados.
Antes la gente vivía más el presente, disfrutaban lo que tenían para comer en el día, no pensaban desesperados en el mañana, sino que aguardaban hasta que este llegara.
Las mamás y papás del siglo pasado se preocupaban por tener su casita, grande o chica de acuerdo a sus posibilidades económicas. Pero lo más importante para ellos era el hogar y trataban de darles a sus hijos todo lo que tenían, alimentos, poco en material; pero mucho amor, atención y paz.
Ese es el secreto por el que la gente haya sobrevivido aún en casos de extrema pobreza.

Hoy, la gente se ha ido al otro extremo.
El papá y la mamá ya no se preocupan por tener un hogar, sino un palacio, una mansión, trabajan mucho queriéndoles dar a sus hijos todo, no pudiendo darles nada.
Los niños crecen infelices pues no están recibiendo la dosis, la vacuna que los protege de la frustración para mantenerse en sanidad y alegres.
Los padres siguen infelices al no ver a sus hijos felices.
Entonces surge en medio de la nación, el grito de desesperación _querer encontrar una salida_, ya sea por el suicidio, o encontrarse realmente con el sentido de la vida.