.-La vida religiosa.
Creo que hay
espacios y ambientes en los que al parecer la vida religiosa, no está
cumpliendo su función. Pues parte de su labor es mostrar el rostro de Dios, de
Cristo en la tierra; su presencia actuante e interpelante, que no tenía donde
reclinar la cabeza, que vivía cimentado en su relación con el Padre. Inclinado
a los pobres, llevando el Reino de Dios a todas partes. Y quien dijo: “Id y
proclamad que el Reino de Dios ha llegado”.
De que hay
buenos y santos religiosos, ni dudarlo, pero no a ellos me refiero en esta
ocasión.
Para mostrar a
Cristo primero es necesario empaparse de Él, vaciarse de uno mismo, para
llenarse de Él.
Porque al no
renunciar a nuestra ideas, razonamientos y pensamientos, no le estamos dando
cabida a Cristo. Por eso existe la vaciedad de nuestras palabras, ante la
incongruencia de nuestra vida.
Porque ante la
demasiada permisividad, bajo la excusa:
“no tiene nada de malo”, nos hemos empapado del mundo, y en muchos casos ya
vivimos como del mundo, olvidándonos a sí que no somos del mundo; como lo dijo
Cristo en la oración intercesora: “no son ellos del mundo como tampoco yo lo
soy”.
El mundo siempre
va a ser mundo y siempre, tendrá sus propuestas, pero a nosotros como vida
religiosa nos compete presentar algo diferente.
Las personas
están cansadas y no encuentran para donde ir, como si fueran ovejas sin pastor.
Pero si hay PASTOR.
Primero
encontrémoslo, y dejémonos encontrar por ÉL, para poder darlo a conocer.
Cristo es el
CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, ¡ÉL ESTÁ VIVO! Eso es lo que hay que proclamar
hoy. Ante tantos signos de muerte.