domingo, 22 de enero de 2012


.-La vida religiosa.


Creo que hay espacios y ambientes en los que al parecer la vida religiosa, no está cumpliendo su función. Pues parte de su labor es mostrar el rostro de Dios, de Cristo en la tierra; su presencia actuante e interpelante, que no tenía donde reclinar la cabeza, que vivía cimentado en su relación con el Padre. Inclinado a los pobres, llevando el Reino de Dios a todas partes. Y quien dijo: “Id y proclamad que el Reino de Dios ha llegado”.
De que hay buenos y santos religiosos, ni dudarlo, pero no a ellos me refiero en esta ocasión.
Para mostrar a Cristo primero es necesario empaparse de Él, vaciarse de uno mismo, para llenarse de Él.
Porque al no renunciar a nuestra ideas, razonamientos y pensamientos, no le estamos dando cabida a Cristo. Por eso existe la vaciedad de nuestras palabras, ante la incongruencia de nuestra vida.
Porque ante la demasiada permisividad, bajo la  excusa: “no tiene nada de malo”, nos hemos empapado del mundo, y en muchos casos ya vivimos como del mundo, olvidándonos a sí que no somos del mundo; como lo dijo Cristo en la oración intercesora: “no son ellos del mundo como tampoco yo lo soy”.
El mundo siempre va a ser mundo y siempre, tendrá sus propuestas, pero a nosotros como vida religiosa nos compete presentar algo diferente.
Las personas están cansadas y no encuentran para donde ir, como si fueran ovejas sin pastor. Pero si hay PASTOR.
Primero encontrémoslo, y dejémonos encontrar por ÉL, para poder darlo a conocer.
Cristo es el CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, ¡ÉL ESTÁ VIVO! Eso es lo que hay que proclamar hoy. Ante tantos signos de  muerte.

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