sábado, 28 de septiembre de 2013

Valoremos, para detener el bullyng



Presencia de Dios en los niños.

He visto familias numerosas, y me lleno de alegría al observarlas, sobre todo cuando la mayoría de sus hijos son pequeñitos. Crece tanto mi alegría, que siento deseos de postrarme y bendecir al Señor nuestro Dios, también decirle a la madre de estos  niños: -“Dichosa tú, porque el Señor, no se aleja de ti, permanece contigo, por medio de cada uno de estos pequeñuelos.” Por eso admiro a estas personas, disfruto mucho cuando convivo con ellas y sus niños.
Pues, es muy grato y halagador sentir esa presencia viva de Dios, tan lleno de bondad y misericordia. Donde están los niños, ahí se siente más fuerte su amistad y su divinidad. Atravez de ellos, Dios nos comparte su lealtad, fidelidad, y la alegría que estos niños le suelen dar.
¡Ah!, los niños, si supiéramos cuanto amor de Dios los acompaña, nunca los rechazaríamos.
Existen niños que dejan oír la voz de su clamor que nos dice: -“¿por qué mi madre no me quiere?-“yo no tengo la culpa de haber sido producto de una aventura suya, pero el Señor me ha enviado lleno de luz y de salud y muchos dones más, sin embargo ella me rechaza, y junto con ella mis vecinos, la sociedad, y a veces hasta los mismos niños, por comentarios escuchados de sus padres. Todos me juzgan por un error de mi madre, sin tener en cuenta que estoy vivo, me muevo, puedo sentir. Desde la más tierna de las miradas, hasta la más cruel. Tengo sentimientos, necesito el apoyo de todos esos que ahora me rechazan, para que yo pueda lograr en un futuro, ser un joven digno, honrado y trabajador, para el beneficio de la sociedad.
Y, al parecer los adultos no quieren darme esa oportunidad, y tampoco se la dan ellos mismos, para conocerme; sí, conocer mi corazón tan lleno de ternura, amor y muchísimas cosas que le puedo transmitir. Sólo necesitan acercarse a mí, y con una sencilla caricia y una mirada de amor, lo cambiaría todo, comprenderían todo lo que siempre he traído escondido para ustedes.”


sábado, 21 de septiembre de 2013

CONT. DE "UN ALMA PIDE AUXILIO" (TEMA DE LOS NIÑOS)



Educar.

Pienso que debemos educar a nuestros niños en la religión, pero no de dientes para afuera, sino con coherencia, en la medida que nos sea posible, pues esto lo va a afianzar por los caminos que lo conducirán a aprender a amar y a perdonar. Mientras más pequeños es el tiempo mejor, para empezar a vivir y a conocer los verdaderos valores. Lo importante no es que se los aprenda de memoria, sino que los aprenda a hacer vida, y eso nos corresponde a nosotros, atravez de nuestro testimonio.
Enseñarle que uno de los valores más importantes es la humildad, y esta no consiste en mucho investigar, sino en andar en verdad, como dice santa Teresa De Ávila, y esto sólo lo puede aprender, viéndolo en la vida; de esta manera muchísimos problemas le puedes evitar, porque un niño portador de humildad a muchos más puede ayudar. Cuesta, pero todo lo que cuesta es porque vale la pena, sobre todo si es un valor para toda la vida.

Conocer.

Tú puedes conocer a los niños, no sólo a los que vivan contigo, sino también a todos los que te encuentres por el camino de la vida. Cuando tengas a uno de ellos cerca de ti, míralo a los ojos, y así poco a poco conocerás las riquezas que tiene para compartir contigo, o si te necesita y a gritos internos te está pidiendo ayuda y atención.
A cualquier niño puedes conocer internamente, limpio o sucio, educado o indisciplinado, rico o pobre, sólo intenta descubrir su maravilloso mundo y lo lograrás.
Bríndale tu confianza, tu comprensión, pero sobre todo brídale tu amor. Ellos tienen mucho para nosotros, son capaces de llenar cualquier vacío, o cambiar inquietudes que existen en nuestro corazón. Sólo ámalos y deja que ellos también derramen sobre ti, su más puro e inocente amor.

domingo, 15 de septiembre de 2013

De... UN ALMA PIDE AUXILIO



Reflexión.


Acabamos de escuchar la voz de un niño, esa voz con palabras que no nos agrada escuchar, pero que son verdad, son voces de la realidad, y no es uno, sino miles de niños, a los cuales con algún juguete o entretenimiento, queremos  o solemos callar.
Para mí la experiencia con los niños, no ha sido toda miel y caramelos, también ha tenido sus limoncitos y sus chocolates amargos, pero, es parte de todo verdadero amor.
A lo largo de la vida he tenido experiencias desagradables de ellos, y, con ellos. Sin embargo nunca pensé en tirar la toalla, al contrario, mis experiencias con ellos buenas y malas, me llevaron a amarlos más, a atenderlos más y a ponerles más atención. Es por ellos y por este amor tan especial que les tengo, que he plasmado esta voz de su experiencia, ese clamor que se deja escuchar desde el fondo de su corazón.
Los niños son los mejores maestros para enseñarnos y recordarnos cosas elementales  que vamos olvidando mientras nos vamos haciendo mayores.

Pero también hay que ayudarlos, pues nos necesitan. Pues ellos son como las flores, requieren de nuestro cuidado y protección, son como esos arbolitos que para ir creciendo grandes y robustos, necesitan de nuestra agua. Pero son mucho más que los arboles o las flores, son personitas con una inmensa y preciosa dignidad, que debemos respetar, y educar en los valores humanos y espirituales.