Tenemos derecho a aportar, a opinar, pero nunca vamos a
aportar lo mismo que el hombre, no porque él sea mejor, sino porque simplemente
porque somos diferentes.
Lo que yo aporto, lo doy desde mi esencia de mujer,
femenina, vulnerable, tierna, intuitiva, delicada, etc. Y no debo compararme
con el hombre, porque él tiene sus características propias que a mí no me
corresponden. No tengo que competir con él. Simplemente exigirle respeto, y
respetando que él sea quien es, con sus múltiples capacidades y limitaciones, y
darme permiso, a mí misma de ser yo.
No estoy a favor del
machismo, y estoy de acuerdo en que este fenómeno lo hemos venido sosteniendo,
por años , nosotras las mujeres. Pero una manera de combatirlo, no creo que sea
evadiendo nuestra responsabilidad y poniéndoselas a ellos, sino siendo más
astutas, promoviendo la entrega y el servicio con, el, y desde el amor. De esta
manera se deja percibir un tinte diferente.
Actualmente se está perdiendo cada vez con mayor
énfasis el valor del matrimonio y como
consecuencia el de la familia. Y hablando de esta, no es como yo crea, piense,
o me imagine que deba ser, ya existe el modelo, “la sagrada familia de Nazaret”.