“María, madre”.
María, mi madre
Todo mi ser late
de emoción
Al haberte encontrado justo cuando te necesitaba,
en
las puertas de mi corazón.
Cuando en aquellas
noches tristes me sentía,
tú, sola nunca me dejabas,
Mientras yo el rosario
entonaba,
Tu mirada de mí
no apartabas;
y, siempre estuviste en mi ventana,
todo el día hasta el clarear
del alba.
Por eso madre
mía,
Siempre
recordaré el dichoso día,
Cuando tus manos
cual tesoro me enseñaste.
Siempre he de
alabarte madre,
Bella y hermosa,
que sólo Dios pudo crearte,
y, con el más divino arte.
Te he
encontrado, cual tesoro.
Mi único
anhelo de ahora y hasta mi muerte
es
amarte y tiernos cantos entonarte.
¡Tierna madre,
déjame admirarte!
Tú que a amar a
Dios, siempre me llevaste.
Hna. Fátima de Cristo Resucitado o.c.d.
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