Dios tiene la respuesta.
En su encuentro con la samaritana, nos enseña que ÉL, Dios, tiene sed de
que le pongamos nuestras dudas, inclinaciones, preocupaciones en sus manos, y
así, las pueda saciar. Por eso dice:
“Si conocieras el don de Dios, y quien es el que te dice: dame de beber,
tu le habrías pedido a Él, y el te había dado agua viva”. (Evangelio de san
Juan 4,10)
El tener esa conciencia y conocimiento de quien es Dios, y su
omnipotencia, del porque nos pide lo nuestro para transformarlo, nos lleva a
confiar en él y pedirle que sacie nuestra sed, nuestro vacío. Entonces El la
llenará de agua viva, de dinamismo, esencia, etc.
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