sábado, 11 de octubre de 2014



Optar por la vida.


Ya va siendo hora de frenar esta cultura de muerte y contrarrestarla, promoviendo la vida. Ya que en la cultura de muerte solo se experimenta el terror, el dolor, el llanto, la desesperación, la ambición, inseguridad y descontrol; cuando tenemos y podemos optar por una mejor situación. Sí, por una mejor condición llena de esperanzas e ilusión, pintada de alegría y emoción. Donde reine la paz y la satisfacción, desde lo más profundo del corazón.
Alimentados con el amor podemos ir construyendo a una mejor humanidad, de muy alta calidad, para bien de la sociedad; y para cada persona su derecho y dosis de felicidad.



El hijo también da la vida.

Dice Jesús en el Evangelio según San Juan 5,21. “igual que el Padre resucita a los muertos dándoles vida, así también el Hijo da la vida a quien él quiere”.
Resucitar a los muertos no sólo tiene significado físico sino también espiritual. Integrando el ser de la persona, de aquellas que aparentemente están vivas, pero que por dentro están bien muertas.
A estas y a cualquiera Dios las resucita, y lo hace porque tiene el poder y la voluntad de hacerlo, porque nos ama. De hecho nos ha creado y nos ha dado vida desde nuestro nacimiento, porque nos ama.
Para él no hay nada imposible, basta que nosotros queramos. El lo que tiene para ofrecernos es vida desde el amor y la misericordia, qué más quisiera él, que todos lo aceptemos, pues es lo que constituye nuestra felicidad, de nosotros depende el tomarlo, o dejarlo, pues también nos dio la libertad.

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