No se vale poner excusas, para el alma no las hay, hay justificaciones,
pero no excusas.
Es más fácil para un niño recordar, que en algún momento hambres de pan tuvo que
pasar, pero hoy está muy contento y la vida puede disfrutar.
Lo difícil y
doloroso es recordar la soledad de una infancia, cuando tal vez nunca le faltó
pan, pero si necesito de alguien que lo pudiera acompañar, que lo enseñara a
luchar, a conocer la adversidad, a reír y a gozar.
Es entonces cuando el alma comienza a exclamar sin poderse encontrar.
Ahí empieza la dureza en el actuar de una persona, cuando su alma no cesa de
llorar y reclamar, llega el momento de trabajar y superar, aquello que en la
infancia tuvo su lugar. Cuando de esto es consciente, pero cuando no, otra
cadena se empieza a formar.
Muchas cosas en la vida son importantes, pero hay que saberlas
balancear, y esa es nuestra responsabilidad. Hasta cierto punto es difícil,
pero de esto depende, la sanidad de las almas en los niños, de los que vengo
hablando.
Todo con amor es más fácil, pues este nos empuja a obrar, a actuar, nos
mueve a la caridad, al servicio, a la generosidad, a la entrega incondicional.
Y esto nuestros niños, nuestros tesoros, nos lo agradecerán, y la más
grande recompensa que de esto podemos disfrutar, es verlos sonreír con
libertad, y llenos de felicidad, porque su alma goza de alegría, paz y
serenidad. Pues Dios ve todo nuestro esfuerzo, y su gracia nunca nos ha de
faltar.
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