Cristo es nuestro alimento.
Cuando se vive
en escases, en pobreza material es cuando se valora más la vida, porque a falta
de alimentos, a veces las personas no comen y siguen vivas.
Es para darnos cuenta que el pan físico es importante y no hay que
negarlo a los pobres, pero el que nos sostiene con vida es el pan del cielo.
Jn.6, 33. “Porque el pan de Dios es el que viene del cielo y da la vida
al mundo” y también dice JESÚS: “YO SOY EL PAN DE VIDA, EL QUE VIENE A MÍ NO
TENDRÁ NUNCA HAMBRE, EL QUE CREE EN MÍ NO TENDRÁ SED JAMÁS.”
Hoy más que nunca es el momento de acercarnos a Jesús pan de vida, ante tanta hambre de
ambición, que hay en el mundo, ante tanta desesperación, hambre y sed de
esperanza y amor. Antes de desfallecer acudamos a alimentarnos de Él, de su
palabra, su doctrina, sus seguidores fieles, sus consagrados, sus Iglesias, sus
confesionarios, sus sacramentos.
Acudamos a recibir su divino cuerpo a través de la eucaristía.
Ahora que hay hambre y sed corramos a
él, antes de desfallecer.
Evangelio de
San Juan 6,47. “Yo soy el pan de vida, ciertamente nuestros antepasados comieron
el maná en el desierto, sin embargo murieron. Este pan es el que baja del
cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo descendido del
cielo, si alguien come de él, vivirá para siempre y el pan que yo os daré, para
que el mundo viva es mi cuerpo”.
El pan físico nos alimenta en el momento, y es
necesario, pero es indispensable el del Espíritu que es el que Cristo vino a
traer. Es el que garantiza vida en el espíritu, motor de tu ser, para siempre.
Si te alimentas de él, puede ser que corporalmente
te enfermes incluso mueras, pero sólo
muere tu cuerpo, y tu estarás más
vivo que nunca a través del espíritu.
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