El proyecto de Dios.
El proyecto de Dios
existe, y su único deseo es nuestra plenificación y nuestra felicidad.
El nunca nos va a
obligar para que aceptemos su plan pues respeta nuestra libertad. Pero es
alguien que siempre está junto a nosotros, a pesar de nuestras indiferencias,
para cuando decidamos mirarlo y
escucharlo.
La decisión es
nuestra, de nosotros depende, si aceptamos su proyecto y trabajamos junto con
él, o lo despreciamos y continuamos con una esclavitud por parte de nuestros
instintos, que poco a poco nos va degradando, conformándonos con observar a los
que pasan y caminan dirigiéndose a él para alcanzar el triunfo.
El sexo se da cuando
no existe un control, a la droga recurrimos en busca de una sensación,
encontrada en el error y la equivocación, de elección, el alcohol embrutece
hasta perder la razón.
Para contrarrestar el
ambiente de sexo, drogas y alcohol, sólo el verdadero amor nos ofrece la
solución, sí de un amor en Cristo y a los hermanos, y desde una contemplación
de la santísima Trinidad, se encuentra la verdadera felicidad, pues es desde
donde se toma una profunda conciencia de nuestra verdad, nuestra esencia y
realidad.
Esta es mi
experiencia, no sé qué tan deseables sean, que no parezcan reales; pero La
libertad y la felicidad cuando vienen de Dios son como un inmenso océano, en el
cual muchas de las contrariedades y circunstancias de la vida vienen a ser como
tormentas, que tal vez revuelvan las aguas, pero luego el agua vuelve a su
nivel, y otras circunstancias más
chiquitas vienen a ser como gotitas, que se sienten y perciben pero sin dejar
de ser más que gotitas.
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