domingo, 18 de marzo de 2012


.-Cuando fallan los cimientos.




Cuando fallamos en nuestra vocación como vida consagrada, muchas veces es porque se nos olvida que Dios es el actor, el principal protagonista, nosotros sus ayudantes, y porque se nos olvida que en el prójimo atendemos a Dios.

Fallamos porque confiamos en nuestras fuerzas, y no en la obra de Dios; de ahí derivan nuestras múltiples caídas humanas que lejos de ayudar muchas veces dañan.

Parece que hemos dejado de ver a Dios en el prójimo y necesitado y hemos empezado a ver en él a un enemigo del que hay que cuidarse, guardarse y defenderse. Tampoco se trata de ser imprudentes, en relación a la cultura de muerte que existe hoy, más bien hablo de la calidad de nuestro apostolado.

El mundo tiene sed de Dios.

Creo que nos ayudaría mucho leer la obra de Víctor  Hugo, “los miserables”, para aprender algo de ahí.

Es que si supiéramos aunque sea un poquito, lo que significa: fe, confianza, esperanza, amor misericordia, compasión, perdón…

Si al menos reflexionáramos un poquito más acerca de la frase: “misericordia quiero, y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos”.

Pero esto sólo lo ha experimentado, quien se sabe pecador y miserable. Sólo quien ha sido el hijo pródigo ha experimentado a su regreso  el recibimiento del Padre, y la fiesta que le ha organizado.

Pero aquel que se siente justo, fiel e impecable, toma la actitud del hno. Del hijo pródigo.

Y me pregunto -¿Cuántas veces hemos visto llorar a alguna persona? Y ¿cuántas veces nos hemos permitido oír el clamor y el gemir de un alma?

Ciertamente como vida religiosa y consagrada, muchas veces estamos dispersos. Porque hemos dejado entrar a nuestra vida muchos distractores, muchos medios, que al no tener disciplinada nuestra voluntad nos dejamos llevar por lo novedoso, y nos vamos poco a poco alejando de lo esencial, de la médula de nuestra vocación.

Y, no es que sean malos estos medios, pero es necesaria una purgación de los apetitos, para saber hacer uso de ellos con libertad, de tal manera que no pierdan su función de medios, y nosotras nuestra visión, del fin, de lo que es nuestra esencia; con los pies firmes y descalzos en ello.

Sé que muchas veces es difícil, pero Dios cuando llama y envía, es porque ya ha dado la gracia. Gracia que a nosotros nos corresponde secundar, y si no, eso ya queda bajo nuestra responsabilidad.

Entre los medios que hemos dejado entrar está la tecnología, los medios de comunicación, la ciencia, que es muy buena, pues antes no se tenía la oportunidad para preparase muy bien. Pero tal parece que en muchos casos, mientras más elevado sea lo que estudiamos, más nos olvidamos del prójimo. Cuando los estudios deberían llevarnos a una mejor calidad de vida y a una mejor relación con Dios y con el prójimo.

La tecnología debe servirnos para un mejor y más eficaz servicio a los demás.

Los medios de comunicación deben motivarnos, al tener un mayor conocimiento de la realidad del mundo. Pero sólo Cristo es esencial; así que todo el uso de estos medios debe estar encausado a Cristo y a la salvación de las almas.


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